10 de septiembre de 2005

Es que no paro. Llaman al timbre. Yo acojonado, pensando que volvía a ser la vecina para quejarse a estas horas de que tenia la música muy alta (ya me pasó una vez a la una de la madrugada y es un palo) Oscar con una borrachera del quince. Acaba de dejar a su novia con una amiga en el Orzan. Y el, aunque cansado, con el colocon que tiene no le apetece meterse en cama. Pues nada, nos vamos para su casa a tomar una copa y a hablar. De puta madre. En la tele, en uno de los canales de música están poniendo Chill Out. La conversación gira sobre mujeres (tema recurrente donde los haya) y lo viejos que nos estamos haciendo. Recuerdo hace ya muchos años (17 o 18 creo), en bachillerato, hablando con mis compañeras de la mesa de atrás (Querube y Carmen, las dos muy guapas y ya casadas hace unos cuantos años… no me importaría saber algo de ellas) sobre como nos veíamos con 30 años. Nos imaginábamos casados, con hijos, una hipoteca, un trabajo cojonudo… nos reímos. Oscar ya ha cumplido los 35. Yo los cumpliré dentro de poco más de 2 semanas. Y salimos más y somos más pendones que hace 10 años. Bueno, el por lo menos tiene novia… aunque su vida no difiere demasiado de la mía, a pesar de eso.

Lo confieso; me lo paso bien con mis amigos, con mis salidas, con mis rollitos… pero siento un vació por dentro que todavía no sé como llenar. Supongo que estoy llegando a una edad en la que aunque he aprendido a disfrutar de la vida, necesito algo más. No me importaría tener que prescindir de todo esto. Eso si, por alguien que valiese la pena.

Hace unos días me comentaba el Jese que a veces le daba envidia cuando leía en el blog mis salidas y la vida que tenía… pues yo si que envidio la suya. Envidio el poder encontrar una persona con la que te encuentres tan a gusto que no sea un esfuerzo cambiar… y prescindir de todo esto. Por muy atractivo que parezca.

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